Escribe: Mtro. Israel López
En el fascinante mundo de la lucha libre, existe la leyenda urbana de que cuando algún
destacado personaje muere, éste no se va solo, sino que fallece alguien más en un
periodo breve de tiempo. Coincidencia o destino, esta curiosa situación se ha presentado
en diversas ocasiones, sin embargo, el pasado 9 de febrero se suscitó un caso aún más
extraño: dos íconos de este deporte-espectáculo fallecieron el mismo día, con solo unas
horas de diferencia.
Pero vayamos por partes…
Como en cualquier ámbito de la vida, la lucha libre evoluciona con el paso del tiempo. En el caso de esta disciplina, en antaño era común observar sobre el cuadrilátero a
corpulentos luchadores, ataviados con imponentes máscaras quienes en su mayoría
personificaban a seres misteriosos, del inframundo.
Sin embargo, a principios de la década de los 80 apareció un gladiador de segunda
generación que se atrevió a romper los estereotipos ya descritos: Súper Muñeco, luchador de mediana estatura, quien dio vida a un simpático payaso (esto por sugerencia de su entonces novia) y quién además, se inspiró en algunos rasgos de su máscara en el popular Cepillín.
En una época donde era impensable que existieran redes sociales, Súper Muñeco
comenzó a darse a conocer en el mítico y ya desaparecido Pavillón Azteca, una modesta
carpa ubicada a un costado del Estadio Azteca.
En aquel entonces no se disponía de los medios de comunicación tradicionales, pero Súper Muñeco sí contaba con una cualidad muy importante que todo luchador debe poseer para obtener el éxito y que no se consigue ni se aprende en ningún lugar: carisma.
Ese carisma, amén de sus recursos luchísticos, le permitieron ganarse el reconocimiento
del público, principalmente de un sector al que años atrás no se le permitía entrar a las
arenas de lucha libre y que hoy en día es uno de los principales consumidores de este
deporte: los niños.
Súper Muñeco es recordado por integrar el célebre “Trío Fantasía” en compañía de Súper Ratón y Súper Pinocho, sin embargo, sin afán de demeritar, el hoy difunto luchador es quien siempre destacó por encima del resto.
Ya con la llegada de las cámaras de televisión a las arenas, fue posible ver a Súper Muñeco en compañía de emblemáticos gladiadores como El Hijo del Santo, Rey Mysterio y Octagón, solo por mencionar algunos, esto solamente significó la cereza en el pastel de una ya bien labrada trayectoria.
Si hoy en día existen gladiadores con cierto apego al público infantil como Atlantis,
además de los denominados luchadores “fantasía” (Psycho Clown es el primer ejemplo
que se me viene a la mente), en gran medida es a los cimientos que construyó Súper
Muñeco, un gladiador que se atrevió a ser distinto a los demás y que con su lamentable
partida de este mundo, sin duda alguna deja un enorme legado para este deporte.
Desafortunadamente nunca tuve el gusto de verlo en vivo y aunque no propiamente fui
seguidor de su trayectoria, su emblemática máscara siempre me cautivó y fue el motivo
para que, una vez que la adquiriera, comenzará a crecer mi colección.
El caso de Arturo “El Rudo” Rivera con la lucha libre, se me asemeja a un taco que
necesita de una buena salsa para darle sabor, y eso es justo lo que hizo por más de tres
décadas el popular comunicador, transmitirnos a través de su peculiar estilo distintos
momentos épicos de la lucha libre, principalmente en la empresa Triple A.
Siempre polémico, dicharachero, burlón pero con una indiscutible conexión con el público, a pesar de que su estilo no fue del agrado de los aficionados más puristas, Rivera se hizo de una personalidad propia, en gran parte por su inclinación hacia el bando rudo, de ahí su célebre mote.
Y precisamente esa filiación ruda le permitió sostener una recordada “rivalidad” en los
micrófonos con su inseparable pareja: el también ya difunto Dr. Alfonso Morales. Todos
aquellos aficionados que se inmiscuyeron en este deporte en las décadas de los 90´s y
2000´s, crecieron con las narraciones de esta fenomenal dupla.
Si nos colocáramos en una posición rígida, la verdad es que las narraciones de “El Rudo”
se enfocaban más en lo que acontecía fuera del ring o incluso con situaciones que nada
tenían que ver con la lucha libre, a menudo citaba su otra pasión: su afición por el equipo Atlante, además de experiencias personales como el misterioso caso de lo que sucedió en Caborca, solo por mencionar un ejemplo.
Sin embargo, lo que es innegable es que con sus irreverentes frases y su ya mencionada
conexión con el público, Rivera logró hacerse de un lugar en los libros de historia de la
lucha libre moderna, y su popularidad fue tal que se extendió a otros ámbitos, la muestra es que su muerte causo eco en prácticamente todos los círculos sociales.
No tengo la plena certeza de que Súper Muñeco y Arturo “El Rudo” Rivera alcancen el
estatus de leyendas en la lucha libre (una posición que es indiscutida para El Santo o Blue Demon en el ring o para el Dr. Morales en la narración), pero lo que sí puedo asegurar, desde mi humilde punto de vista, es que ambos personajes desde antes de su muerte, ya eran considerados como ídolos e íconos de este deporte, en este último caso, al referirme que eran elementos que fácilmente podrían ser identificados por una persona común y corriente, sin necesidad de que fuera aficionado a la lucha libre.
Sea este espacio un modesto pero sincero homenaje a las trayectorias de Súper Muñeco y Arturo “El Rudo” Rivera, quienes ahora forman parte de las carteleras de la Arena Celestial.
Descansen en paz.
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